El anonimato que otorga
el ser un individuo más de nuestra sociedad ha llevado a unos cuantos, desgraciadamente
cada día más, a aprovechar esta situación para obtener impunidad. Desde el
simple hecho de tirar un papel al suelo o no recoger los excrementos del perro
hasta otros actos más graves. Por un papel no pasa nada, ya pasarán los de la
limpieza, piensan los infractores. Ser uno más no implica ser invisible ni
prescindible sino ser alguien que aporta y da lugar junto a los demás a la suma
de contribuciones que supone nuestra sociedad. Estos comportamientos han de ser
rechazados por la mayoría en lugar de servir de refugio. Si se supone que la
libertad es la satisfacción de todos los propios deseos sin reparar en el
perjuicio a los demás y la mayoría lo aceptamos, estaremos destruyendo la
sociedad. La libertad de una persona llega hasta donde empieza el perjuicio de
otra y sobre todo, el perjuicio a la mayoría. Esta mayoría ha de indignarse
ante la afrenta al conjunto y no contentarse con que el peligro pase de largo,
ya que en otra ocasión le puede tocar directamente.
Cuando he hablado de actos más graves, he pensado en la apropiación indebida del dinero público. La corrupción tiene muchas vertientes y formas pero cuando dinero de las arcas públicas se queda en manos de unos pocos aprovechados, la mayoría no puede mirar a otro lado. La frase “todos son igual, todos roban” es el escudo que les permite seguir robando, es el anhelado anonimato. En estos momentos, como miembros de la sociedad, hemos de aportar, hemos de unirnos al grito de protesta, hemos de ser la mayoría que acusa y no oculta. Es ahí donde reside la verdadera democracia, no votar a ningún partido con corruptos o sospechosos de corrupción en sus filas. Ya se cuidarán de cambiar la forma de elección de sus candidatos o limpiar sus partidos de estos miembros. La mayoría tiene el poder y eso lo tienen claro los que lo ansían, saben cómo manipular, saben recurrir a los sentimientos de patriotismo, nacionalismo, miedo, desesperación, deseo de diversión, grandeza ansiada, para nublar la mente de la mayoría, que simplemente quiere vivir en un mundo más justo. Esto no se consigue con cambios de legislación (la leyes no siempre son justas como nos han tenido que recordar desde Europa con el asunto de los desahucios), esto se puede obtener con un cambio en nuestra manera de actuar dentro de nuestra sociedad. Es un camino arduo y el paso lento pero si la dirección está clara no habrá quien lo detenga.
Cuando he hablado de actos más graves, he pensado en la apropiación indebida del dinero público. La corrupción tiene muchas vertientes y formas pero cuando dinero de las arcas públicas se queda en manos de unos pocos aprovechados, la mayoría no puede mirar a otro lado. La frase “todos son igual, todos roban” es el escudo que les permite seguir robando, es el anhelado anonimato. En estos momentos, como miembros de la sociedad, hemos de aportar, hemos de unirnos al grito de protesta, hemos de ser la mayoría que acusa y no oculta. Es ahí donde reside la verdadera democracia, no votar a ningún partido con corruptos o sospechosos de corrupción en sus filas. Ya se cuidarán de cambiar la forma de elección de sus candidatos o limpiar sus partidos de estos miembros. La mayoría tiene el poder y eso lo tienen claro los que lo ansían, saben cómo manipular, saben recurrir a los sentimientos de patriotismo, nacionalismo, miedo, desesperación, deseo de diversión, grandeza ansiada, para nublar la mente de la mayoría, que simplemente quiere vivir en un mundo más justo. Esto no se consigue con cambios de legislación (la leyes no siempre son justas como nos han tenido que recordar desde Europa con el asunto de los desahucios), esto se puede obtener con un cambio en nuestra manera de actuar dentro de nuestra sociedad. Es un camino arduo y el paso lento pero si la dirección está clara no habrá quien lo detenga.