Por un lado el Sr. Rajoy nos
ofrece su visión. La cosa estaba terriblemente mal pero gracias a sus medidas
no ha sido peor. Ha sido muy duro para él tomar ciertas medidas pero eran
fundamentales para que el país no fuera a pique. Qué cambio de discurso comparado
con aquellos durante las elecciones en que hablaba de un verdadero plan para
salir de la crisis, que nunca mencionó y de una serie de medidas que prometió y
nunca llevó a cabo. No me vale la excusa de que no sabían que estaba la cosa
tan mal (gran parte del déficit se debe a comunidades autónomas que su partido
gobernaba, por ejemplo, la Comunidad Valenciana). Tampoco me vale el recurso “se
ha hecho lo que se debía hacer”. No quiero un padre de la patria que sepa lo
que conviene mejor a sus hijos sin darles derecho a la opinión. Hace mucho
tiempo que debería haber dimitido el Sr. Rajoy, en el momento en que dejó claro
que no podía llevar a cabo su programa electoral, mucho antes de todos estos
casos de corrupción que son ya un clamor manifiesto.
Pero, en verdad, han salido
perdiendo los ciudadanos ya que el partido que aparece como mayor alternativa,
el PSOE, ha perdido gran parte de su credibilidad. Ahora presentan propuestas
que pudieron aplicar en su momento y las presenta una persona que formó parte
del gobierno anterior. Tal incongruencia fue evidente desde el primer momento y
aprovechada por el rival. Está claro que el señor Rubalcaba no goza de la
confianza de la ciudadanía y también debería dimitir como líder de la
oposición.
Entre los cruces de acusaciones,
no creo que hubiese propuestas claras, fundamentales y rotundas para mejorar el
estado de la nación. Afortunadamente vivimos en un país donde todavía nos
podemos manifestar y expresar nuestro descontento. Podemos hablar y reivindicar
aquello que nuestros políticos no quieren modificar o simplemente no quieren
escuchar. Significativo fue el reciente episodio de expulsión de los miembros
de la PHA. Uno de los miembros de la mesa del Congreso comentó “Sí se puede ¿qué?”.
Todo un ejemplo de la desconexión de muchos políticos con la ciudadanía a la
que representan.
Ayer esta política y muchos otros
más tuvieron oportunidad de aprender el significado de “Sí se puede”. Sí se
puede salir de la crisis sin recortar servicios públicos básicos como sanidad y
educación. Sí se puede vivir en un país donde la ayuda a los bancos no sea inmediata mientras que sólo las muertes hayan movilizado a los gobernantes a auxiliar a los
desahuciados. Sí se puede tener un servicio público de calidad en lugar de
venderlo o vender su gestión a empresas privadas. Sí se puede recortar el
sueldo o el número de políticos con la misma facilidad pasmosa que se ha hecho
con los funcionarios. Sí se puede tener una justicia igual para todos sin
necesidad de aumentar tasas que evidencien la ventaja de los ricos ante la
justicia. Sí se puede vivir en un estado de bienestar común sin que sólo unos
privilegiados puedan tener una sanidad y educación de calidad. Sí se puede
elegir a los políticos de manera justa, sin intermediarios ante los ciudadanos
que perviertan el proceso.
Personalmente pienso que, sobre todo, sí se puede
modificar la estructura de los partidos. La forma de elegir a dirigentes y
candidatos es muy poco democrática. El sistema de compromisarios o delegados es
un freno a las opiniones de la gente. Los partidos con mayoría de votos en este
país se rigen de esta manera. Congresos en que los compromisarios o delegados
se juntan en facciones dirigidas por una persona con ascendiente en el partido
que lleva muchos años en él. Esta guerra de facciones desvirtúa la lucha de
ideas y favorece la perpetuación de algunos elementos. Si esto se cambia, y
creo que sí se puede, caminaríamos hacia una verdadera democracia y además,
evitaríamos mucha corrupción, más que con la publicación de los bienes de los
políticos (las ilegalidades no se publican nunca, es un absurdo pues).
En definitiva, la transparencia
ha de comenzar antes de llegar al Parlamento, antes de llegar al Gobierno,
desde las bases de los partidos. Las cúpulas dirigentes han de ser éticas y
honradas y eso debemos demandar los ciudadanos. Así se evitarían casos de robo,
fraude y penosos respaldos luego renegados como los que han tenido lugar en el
caso del actualmente omnipresente Sr. Bárcenas.