domingo, 24 de febrero de 2013

Sí se puede

Esta semana ha tenido lugar el debate sobre el estado de la nación. No han tenido que descubrirnos nada, sabemos cuál es ese estado, penoso. Las cifras de paro siguen subiendo, cada vez más familias tienen ingresos insuficientes para las necesidades básicas y además la pérdida de poder adquisitivo ha ido acompañada de una subida en los impuestos y recortes en servicios básicos como la sanidad y la educación.  Puede ser superfluo si no triste que el balance de este debate se haga en torno a las cifras de quién ganó el debate según la encuesta del CIS. No creo que el objetivo de este debate sea como un partido de fútbol en el que uno de los dos equipos contendientes (y aquí en realidad no se trataba sólo de PP y PSOE) ha de salir ganador. En este tipo de debates deben salir ganadores los ciudadanos que son para los que los partidos, sean de la orientación que sean, han de trabajar. En este sentido creo que desde luego salimos perdiendo.
Por un lado el Sr. Rajoy nos ofrece su visión. La cosa estaba terriblemente mal pero gracias a sus medidas no ha sido peor. Ha sido muy duro para él tomar ciertas medidas pero eran fundamentales para que el país no fuera a pique. Qué cambio de discurso comparado con aquellos durante las elecciones en que hablaba de un verdadero plan para salir de la crisis, que nunca mencionó y de una serie de medidas que prometió y nunca llevó a cabo. No me vale la excusa de que no sabían que estaba la cosa tan mal (gran parte del déficit se debe a comunidades autónomas que su partido gobernaba, por ejemplo, la Comunidad Valenciana). Tampoco me vale el recurso “se ha hecho lo que se debía hacer”. No quiero un padre de la patria que sepa lo que conviene mejor a sus hijos sin darles derecho a la opinión. Hace mucho tiempo que debería haber dimitido el Sr. Rajoy, en el momento en que dejó claro que no podía llevar a cabo su programa electoral, mucho antes de todos estos casos de corrupción que son ya un clamor manifiesto.
Pero, en verdad, han salido perdiendo los ciudadanos ya que el partido que aparece como mayor alternativa, el PSOE, ha perdido gran parte de su credibilidad. Ahora presentan propuestas que pudieron aplicar en su momento y las presenta una persona que formó parte del gobierno anterior. Tal incongruencia fue evidente desde el primer momento y aprovechada por el rival. Está claro que el señor Rubalcaba no goza de la confianza de la ciudadanía y también debería dimitir como líder de la oposición.
Entre los cruces de acusaciones, no creo que hubiese propuestas claras, fundamentales y rotundas para mejorar el estado de la nación. Afortunadamente vivimos en un país donde todavía nos podemos manifestar y expresar nuestro descontento. Podemos hablar y reivindicar aquello que nuestros políticos no quieren modificar o simplemente no quieren escuchar. Significativo fue el reciente episodio de expulsión de los miembros de la PHA. Uno de los miembros de la mesa del Congreso comentó “Sí se puede ¿qué?”. Todo un ejemplo de la desconexión de muchos políticos con la ciudadanía a la que representan.
Ayer esta política y muchos otros más tuvieron oportunidad de aprender el significado de “Sí se puede”. Sí se puede salir de la crisis sin recortar servicios públicos básicos como sanidad y educación. Sí se puede vivir en un país donde la ayuda a los bancos no sea inmediata mientras que sólo las muertes hayan movilizado a los gobernantes a auxiliar a los desahuciados. Sí se puede tener un servicio público de calidad en lugar de venderlo o vender su gestión a empresas privadas. Sí se puede recortar el sueldo o el número de políticos con la misma facilidad pasmosa que se ha hecho con los funcionarios. Sí se puede tener una justicia igual para todos sin necesidad de aumentar tasas que evidencien la ventaja de los ricos ante la justicia. Sí se puede vivir en un estado de bienestar común sin que sólo unos privilegiados puedan tener una sanidad y educación de calidad. Sí se puede elegir a los políticos de manera justa, sin intermediarios ante los ciudadanos que perviertan el proceso. 
Personalmente pienso que, sobre todo, sí se puede modificar la estructura de los partidos. La forma de elegir a dirigentes y candidatos es muy poco democrática. El sistema de compromisarios o delegados es un freno a las opiniones de la gente. Los partidos con mayoría de votos en este país se rigen de esta manera. Congresos en que los compromisarios o delegados se juntan en facciones dirigidas por una persona con ascendiente en el partido que lleva muchos años en él. Esta guerra de facciones desvirtúa la lucha de ideas y favorece la perpetuación de algunos elementos. Si esto se cambia, y creo que sí se puede, caminaríamos hacia una verdadera democracia y además, evitaríamos mucha corrupción, más que con la publicación de los bienes de los políticos (las ilegalidades no se publican nunca, es un absurdo pues).
En definitiva, la transparencia ha de comenzar antes de llegar al Parlamento, antes de llegar al Gobierno, desde las bases de los partidos. Las cúpulas dirigentes han de ser éticas y honradas y eso debemos demandar los ciudadanos. Así se evitarían casos de robo, fraude y penosos respaldos luego renegados como los que han tenido lugar en el caso del actualmente omnipresente Sr. Bárcenas.

viernes, 15 de febrero de 2013


Muchas palabras, pocas acciones.

Siento estupor al contemplar en los noticiarios los cruces de palabras entre PP y PSOE en relación con sus sueldos. Es vano el debate sobre quién cobra más cuando la mayoría de los españoles pensamos que todos cobran demasiado a la vista de disputas tan áridas. Ese debate no resuelve el problema de la falta de transparencia y la corrupción.
La transparencia no se limita a publicar las declaraciones de renta. Si algún corrupto se enriquece con dinero público, obviamente no lo va a declarar, ni siquiera saldrá en su declaración de patrimonio. Lo tendrá en una cuenta opaca en cualquier paraíso fiscal.  Se debe considerar por un lado cómo controlar ese flujo subterráneo de dinero y por otro revisar la legislación para evitar tratos de favor a empresas afines a los gobernantes.
El ciudadano observa cómo el gobernante establece estrechos lazos con algunos empresarios . En la gran mayoría casos, todos los contratos recibidos por dichas empresas cumplen totalmente con la legalidad vigente. En concursos públicos ganan sus ofertas de acuerdo con los criterios establecidos. Otra cuestión más dudosa es si la elección de estos criterios condiciona la posterior resolución o si finalmente hay una modificación “imprevista” de las condiciones y que puede llegar a duplicar las aportaciones a la empresa estipuladas en ese concurso. Todo perfectamente legal, pero ¿es ético y moral?
Aquí es donde me surge el estupor, la vergüenza y la decepción que me producen nuestros políticos. Ante cualquier acusación, se remiten a la ley, sin más explicación. Ante una acusación formal descargan la responsabilidad en la justicia (que no es exactamente la ordinaria de cualquier ciudadano ya que se establece la figura de aforado). Nunca se aplica el famoso dicho de “la mujer de César no sólo debe ser honrada,  además debe parecerlo”. Aunque numerosos indicios muestren actitudes sospechosas, aquí nadie dimite. Es más, lamentablemente muchos de estos personajes vuelven a participar en elecciones de las que salen victoriosos y por ese plebiscito que no se ajusta a su mero caso, se arrogan una respetabilidad añadida. Está pues en las manos de los votantes el impedir el apoyo en estos casos, pero sobre todo está en manos de los dirigentes de los partidos el impedir el acceso al poder o a cargos de relevancia a todos estos detestables personajes, ya que su inacción, se puede confundir con colaboración o lo que es peor ineptitud. Ahondando más en este tipo de situaciones, no solo la inacción sino el apoyo expreso, en  muchos casos, lleva a una responsabilidad directa, a una conexión entre el futuro de esa persona y la del dirigente que ha apoyado. Pero en este país, nadie admite esta responsabilidad. Nuestro señor presidente puede referirse en sus entrevistas (en el extranjero para variar, este señor que se llena de patriotismo, es incapaz de dar explicaciones en su país y son ya múltiples las ocasiones en que se dedica a emitir comunicados fuera de su estado) a la corrupción como un mal común en todas las naciones. Cierto, no es ningún descubrimiento. Lo que todavía espero es una comparación de casos y, sobre todo, de reacciones ante la corrupción. Cómo, a diferencia de lo que ocurre aquí, los afectados no esperan a la resolución de un juicio para dimitir, cómo sus partidos los apartan en lugar de mantenerlos, cómo se asumen las responsabilidades que debe tener un político que ha de mostrar una imagen pública incuestionable y una ética.
Esta semana ha sido una noticia bomba la dimisión del Papa (el primero de la historia que dimite). Ha tenido un gran eco internacional al igual que lo tendrá el día que algún político de este país asuma sus responsabilidades y ante cualquier sospecha fundada, documentada, ampliamente difundida o cualquier imputación, sin esperar a juicios, simplemente haga lo que tiene que hacer: dimitir.

domingo, 10 de febrero de 2013

Respuestas vacías


Tal y como anunció, el sr. Rajoy publicó sus declaraciones de la renta. Muchas gracias. Lo podía haber hecho antes, no tiene ningún sentido este gesto. No aclara nada en el asunto Bárcenas. Los ingresos irregulares no se declaran. En este mundo de imágenes, gestos y palabras vanas se ha llevado a cabo una simple y algo burda representación. El presidente ha hablado, el presidente ha actuado, el asunto está terminado. Esta concatenación de hechos serían la solución si llevarán un contenido. Pero hay errores difíciles de enmendar y se corre el peligro de empeorar la situación al intentarlo.
La variabilidad en el mensaje de los dirigentes del PP respecto al señor Bárcenas desde su implicación en la trama Gürtel, junto a la tardanza en dar respuesta a preguntas directas sobre las pruebas encontradas, han creado una desconfianza general. Se tiene esa sensación de pillar a alguien en falta, de que la demora en la respuesta es la búsqueda de una mentira que permita salir de la situación.
Cuando se permite que sigan en su puesto personas bajo sospecha como la señora Ana Mato en un ministerio de tan vital importancia como el de sanidad o el señor Montoro que permitió una amnistia fiscal que ahora se muestra como una panacea para sinvergüenzas de distinta índole, no se puede pretender que la muestra de una declaración de la renta se pueda considerar un gesto fiable y rotundo. Esto es lo que esperan los ciudadanos y mientras esto no sea así este tema no estará acabado.
La respuesta de los dirigentes del PP ha sido, ahora tú, enseña la tuya. No está de más este gesto pero sigue sin aclarar que manejo de dinero ha tenido lugar en el partido que gobierna a este país en crisis. Un estado en el que algunos empresarios pueden recurrir a una amnistía fiscal mientras que los impuestos suben para el resto de ciudadanos, un país en el que como primera solución al desempleo fue una reforma fiscal que lo abarataba y que un año después sólo ha sido alabada por los empresarios sin que las cifras de contratación respecto al despido hayan mejorado, una nación donde muchos empresarios (ahora ensalzados como emprendedores que nos sacarán de la crisis) prefieren  aportar dinero a las arcas de un partido en lugar de financiar la investigación como inversión de futuro. En definitiva, tengo la sensación de que vivimos en un lugar donde cualquier sinvergüenza puede convertirse en un gobernante.

lunes, 4 de febrero de 2013

Aquí nadie dimite


Dimisión es una palabra que parece carecer de sentido para los políticos españoles. Hemos vivido diferentes escándalos de corrupción entre políticos de diversas tendencias, muchos de ellos han pasado por tribunales con mejor o peor suerte pero la respuesta inmediata siempre ha sido la excusa, las conspiraciones en la sombra y la acusación a los demás. El uso continuado de estos recursos retóricos, la falta de claridad y, sobre todo, la incapacidad de asumir responsabilidades nos pueden llevar primero a la estupefacción, luego a la indignación, y finalmente, lo más peligroso, al desaliento.
El último caso es la gota que colma el vaso. Un caso de cobros ilegales por parte de políticos que actualmente están en el poder, con el agravante de que han pedido repetidamente un esfuerzo a los ciudadanos a los que han recortado derechos fundamentales bajo la amenaza de la crisis económica. Un caso sangrante por su elevada organización, perfectamente gestionado por el que fue tesorero de su partido.
Hay que recordar esto entre tanta falsedad y juego de despistes. La secretaria general de ese partido se apresuró a declarar que "hace tiempo" que ese señor dejó de ser tesorero, en cuanto surgió el tema de la entrega de sobres. Habrá que explicar la relatividad del tiempo, ya que su dimisión fue en 2009, tres años no  creo que sea mucho tiempo, y que tras esa dimisión se defendió con contundencia la presunción de inocencia y la profesionalidad de esta persona durante su gestión. Pero parece ser que tres años resultan ahora una eternidad, ya no se defiende a esta persona con tanta contundencia y casi ha faltado su mención como alguien que "pasaba por ahí". Es un militante del partido con parte activa en su gestión, de hecho era quien llevaba sus cuentas.
Por eso, de la estupefacción provocada por los 22 millones de euros en cuentas en Suiza pasé a la indignación. No pueden desentenderse de esa manera de una persona que ahora resulta incómoda, no se puede pretender que creamos a quienes defendieron a esa persona y ahora no quieren saber nada de ella. Esa falta de credibilidad es la que nos puede llevar al desaliento. El presidente tarda un día entero en hacer declaraciones y se limita a un "es todo falso" (para eso espera un día entero) y un peor "La semana que viene mis declaraciones de la renta y de patrimonio estarán a disposición de todos los ciudadanos en la página web de La Moncloa". Todo un insulto a la inteligencia, no se puede demostrar que no se ha cobrado dinero en negro presentado la declaración de la renta (si aparece ya no es cobro en negro).
Tardía también me ha parecido la petición de dimisión por parte del señor Rubalcaba, mayor inteligencia política ha tenido el líder de Izquierda Unida. En mi opinión, la primera que tenía que haber salido de su puesto es Ana Mato, que persevera en el recurso de echar la culpa de  todo a su ex marido (como si fuese alguien ajeno a su persona). Los argumentos muestran su vacuidad de manera pasmosa y las estrategias de defensa son para ruborizarse. Un par de ejemplos ilustrativos:
El señor Carlos Floriano (vicesecretario de Organización del PP) pensó que la mejor defensa es un ataque y anunció que su "casa estaba limpia" e instó a Rubalcaba a comprobar si la suya lo estaba. No pude evitar imaginar a estos políticos de actual importancia como dos niños en el patio "Tu padre. No, el tuyo, más capullo y más zurullo". El fondo de estas declaraciones es el mismo.
La guinda a esta estrategia la puso el señor Esteban González Pons (digno alumno de la escuela Zaplana o "suelto una animalada y mi cara no se inmuta"). Declaró lo siguiente: "es el momento de la política grande, de todos unidos contra la crisis"(cinismo en toda regla, el PP se negó a cualquier medida en el gobierno anterior contra la crisis y lo tildó de títere de Europa). Además dijo: "se ha acabado la política del quítate tú que me pongo yo" (claro, es lo que han hecho ellos y ahora que han conseguido el poder, se cambian las reglas).
Pero todo esto, es caer en la trampa. No nos vamos porque sino vendrán otros peor. Que el presidente dimita, que se convoquen elecciones no es regalar el poder al PSOE, es dar la voz y la opinión a los ciudadanos.
Me causa el mayor desánimo el uso malicioso que se está haciendo de la democracia. El señor Pons también dijo "casi once millones de votos son legitimidad suficiente para seguir gobernando". En la línea de la declaración mesiánica del señor Rajoy el día anterior: "No me voy a encoger ni abandonar la tarea que los españoles me han encomendado". Sí, ganaron las elecciones, con mayoría absoluta, con un programa que no están cumpliendo, sin decir que iban a recortar en sanidad y educación, hablando de un plan de reformas estructurales milagrosas que iban a sacar de la crisis, que iban a acabar con el paro. Más de un año después la mentira es tan obvia que han perdido cualquier legitimidad y deberían dimitir, convocar elecciones y dejar que el pueblo, único que tiene la legitimidad en toda verdadera democracia, decida.