domingo, 29 de marzo de 2015

Respeto al duelo

Sin ninguna duda, el accidente aéreo que ha sucedido en los Pirineos nos ha impactado. La muerte de más de cien personas en un solo acto, por un azar extraño cuyas causas todavía están por esclarecer, nos preocupa, indigna y entristece. Los medios de comunicación en su misión de informar sobre los asuntos de interés se han movilizado inmediatamente. Sin embargo, a la extrañeza y falta de datos iniciales, les ha seguido un alud de declaraciones, suposiciones (en algunos casos rozando lo morboso) y una saturación de noticias relacionadas que creo que no merecen las víctimas y sus familiares.

El doloroso viaje al lugar de los hechos que han realizado muchos parientes ha sido cubierto por muchos medios de comunicación con la intensidad de una visita papal aunque, gracias a la labor de las autoridades galas, se ha conseguido que transcurra con una mínima intimidad, a pesar de la presión agobiante de periodistas en busca ¿de qué? ¿impresiones, opiniones, imágenes de sufrimiento? en un lugar donde el desastre ya había ocurrido.

Es de agredecer que los medios de comunicación informen de manera cumplida de la actualidad  y que generen opinión sobre los temas relacionados, en este caso la seguridad en los vuelos. No obstante, el exceso de reiteración en los contenidos día tras día, sin aportar novedades o lo que es peor considerando fuentes dudosas (no puedo ocultar mi perplejidad ante las portadas de periódicos y los comienzos de noticiarios con las declaraciones de una ex novia del copiloto, recogidas a su vez en un periódico alemán conocido por sus titulares y artículos provocativos en muchas ocasiones) llevan a los informativos a la peligrosa línea que separa la información exhaustiva y el show.


No creo que haya conclusiones fiables en corto tiempo. Llevará tiempo el estudio de los restos del avión, los contenidos de las cajas negras, reconstruir con detalle la biografía del copiloto para evaluar causas y motivaciones. En ese periodo de tiempo surgirán muchas noticias diferentes, algunas lamentablemente también relacionadas con desgracias, y el enorme caudal de información sobre el accidente y sobre todo, su causante, disminuirá. Lo que ocurrirá cuando se sepa con ciertas garantías las causas del accidente es que será una noticia que seguramente no aparezca en portada pero, sobre todo, esperemos que para entonces los familiares hayan podido asumir ese terrible dolor y que, por fin, las víctimas puedan descansar en paz.

domingo, 15 de marzo de 2015

Dime qué prometes y te diré lo que no haces

Se veía venir con el año nuevo: promesas, promesas y más promesas. Aunque oficialmente haya campaña electoral en Andalucía, desde principio de año se ha empezado el asalto al poder mayor, que reside en el Gobierno estatal, de camino, las elecciones autonómicas. No se puede entender de otra forma que ahora se quieran tomar medidas como la última, para “ayudar a autónomos”,  cuando se les ha asfixiado con una exigente fiscalidad durante todo el mandato.
Lo más increíble es intentar colar una medida como una mejora cuando es lo contrario. Me refiero a la nueva ley de enjuiciamiento criminal. Más allá del absurdo juego de palabras entre imputado o investigado (como si tener a alguien bajo sospecha en un cargo público fuera más tranquilizador), obligar por ley a terminar un proceso judicial es tan absurdo como malintencionado. Está claro que deseamos una justicia rápida pero también eficaz y como la propia palabra indica, justa. Tal vez la dilatación en el tiempo de casos que afectan directamente al partido gobernante, como el caso Gürtel o el caso Bárcenas, haya llevado a esta pantomima que encima según el Gobierno deberíamos alabar. El problema no es el largo tiempo sino la causa de esta dilatación. Los jueces necesitan, y así lo han solicitado en varias ocasiones, personas especialistas en asuntos económicos para intentar desenredar estas complicadas tramas para esquilmar las arcas públicas. Sin embargo, no se ha hecho caso, al contrario se aprueba esta ley al tiempo que se borran ordenadores, se ponen trabas desde Hacienda y se presume de querer transparencia. Todo esto además, palabras textuales de la Vicepresidenta: “responde a una demanda social muy clara”. No sé si tiene claro que la sociedad demanda el fin de la corrupción y sobre todo que no se encubra a los corruptos y esto se hace con mayor colaboración y menos temporalizaciones.
En definitiva, las palabras abundan, los gestos hablan. Con esta avalancha de promesas que nos vienen necesitamos un esfuerzo para que las palabras no tergiversen la realidad. Por ejemplo, se repite hasta la saciedad que lo privado funciona mejor y con la continua privatización o externalización de servicios en sanidad, no se observa una mejora en el servicio, al contrario, hay un claro deterioro, todo con los recortes como excusa y el negocio para unos pocos como resultado. Otro ejemplo, el libre mercado permite competitividad y mejorar los precios, pensemos en el sector energético, sobran más palabras.

Así pues, cuando día tras día veo repetir promesas tan vagas como repetitivas, pienso que para ser político de primera fila no es necesaria una sólida formación en derecho, ni en economía, ni en idiomas, ni en negociaciones, sobre todo hay que tener poca vergüenza o poca memoria.