En estos momentos siento
cansancio y miedo al olvido. Es realmente agotador tener que desmenuzar la
realidad que existe tras el bombardeo de noticias y declaraciones de los
políticos. Éstas son variadas y en su mayoría tramposas, algunas surrealistas,
otras absurdas e incoherentes, muchas directamente inciertas. Cuando todo se
niega hasta que es verdad y el cinismo impera, cuando se inventa un nuevo
lenguaje en el que recorte se traduce como ajuste, empleado en un centro
privado como funcionario de la casa, relación contractual como despido diferido
y documentos presentados como rumores, cuando se piensa que, en general, la gente
es estúpida, uno ya ha agotado la indignación, el estupor, la rabia y la
impotencia. Ahora queda claro que la verdad se intenta vencer con la mentira
repetida, porque lo que más se hace oír parece quedar como lo cierto. Ahora la
responsabilidad política sólo se puede determinar por el dictamen de un juez. Es todo tan repetitivo que reconozco mi
dificultad para sustraerme del torbellino al que nos arrastra la
desinformación.
Tras toda la información aportada
sobre el asunto Bárcenas me niego a observarlo como un simple incidente, como
una actuación personal de un sinvergüenza (al que todos apoyaban hasta que la fuerza
de los documentos dejó en evidencia a las falacias). Aquí me parece el asunto
tan simple como grave. Una serie de grandes empresas pagaron un dinero fuera de
las condiciones legales a un partido, cuyos miembros utilizaron tal dinero para
su propio disfrute. Estas grandes empresas, por supuesto, no tienen fines altruistas
al aportar estas cantidades. Es una inversión más y muy lucrativa. Aporto un
dinero que luego me será devuelto en mayor cantidad a través de suculentos
contratos con mis empresas. Todos muy legales, por supuesto, se cumplen los
pliegos de los concursos, otra cuestión de mucha más dudosa ética es si las
condiciones de éstos no estuviesen hechas a la carta. En definitiva, ese dinero
que acaba en manos de unos pocos tras ser comprados otros con la capacidad de
controlarlo viene de las arcas públicas, de nuestros impuestos, de aquellos que
aportan dinero para la mejora de una sociedad y que queda en manos de unos
pocos que asumen el papel de padres de la patria y creadores de empleo y
riqueza para todos. Es la broma final y macabra de este sistema y todo lo que
se diga será encubrir los hechos y la realidad. Todo lo que pretenden los
grandes timadores es que el tiempo pase porque el tiempo trae el olvido, porque
la mentira continua agota al ciudadano y así que, en el momento de asaltar el
poder, en las elecciones, todo sea un
hecho pasado y superado y que la rueda siga girando en la dirección de su
provecho. Aquí nadie dimite, nadie se aparta de la gran ubre que ordeñan, el dinero de todos los españoles. La responsabilidad política es nula y los "listos" parecen tener bula para todo. Tengo miedo a que el olvido nos lleve a repetir los errores que nunca
se han de cometer, soportar los abusos de los poderosos en un régimen
democrático.