Ya han pasado meses
desde que se convocaron las elecciones catalanas y más todavía desde que los
partidos nacionalistas catalanes pidieron votar para conseguir la
independencia. Meses de declaraciones incendiarias tanto por parte de los
nacionalistas catalanes como de los nacionalistas españoles. Meses de
enfrentamientos, desencuentros y sobre todo de propagación de un mensaje
aprovechando incluso cualquier opinión de líderes mundiales para apoyar una
causa u otra. Pero me he es difícil recordar, entre tanta declaración
institucional y de expertos internacionales, las palabras de la gente de
Cataluña. No me refiero a las palabras de la gente que ha acudido a la
convocatoria de una manifestación por parte de alguno de los bandos. Quiero
decir las palabras de los ciudadanos que desarrollan su vida en Cataluña, que
viven allí.
En los medios de
comunicación, se da voz a los políticos como representantes de la sociedad. Sin
embargo, ante la radicalización de las posturas por parte de estos, tengo
serias dudas de que en estos momentos esta representación sea real. Viví en Cataluña
una temporada hace ya más de diez años y me parece que mucho han tenido que
cambiar las cosas.
Entonces ya existía,
por supuesto, el sentimiento de Cataluña como nación y ya había radicales
(recuerdo un furibundo alegato antiespañol por parte de un compañero de trabajo
que estaba indignado porque el desfile de las fuerzas armadas del año 2000 se
celebraba en Barcelona, lo definió como una demostración de fuerza
colonialista. Por otro lado, oía hablar con resentimiento a algunos
castellanoparlantes sin ningún argumento más allá de odiar al que hablaba
catalán porque ellos no dominaban la lengua). Pero esos casos eran una minoría,
la gran mayoría de gente que conocí convivían en paz, en general, orgullosos de
su lengua y cultura, algo dolidos por la beligerancia de algunos españoles
fuera de Cataluña, pero principalmente gente que respetaba la opinión de
aquellos que disentían de ellos.
Ahora las divergencias
se revelan con un odio desmedido. He oído hablar a conocidos e incluso
familiares con un rencor profundo contra los catalanes. En muchos casos aquellos
que hablaban así no habían estado en su vida en Cataluña y no tengo claro que
hayan hablado alguna vez con algún catalán. ¿Qué criterio seguimos en nuestras
opiniones? Los medios de comunicación han convertido el debate en espectáculo.
En su búsqueda de la audiencia hasta los informativos parecen estructurados
para ello. Se cruzan las declaraciones de los líderes opuestos cual cruce de
invectivas entre púgiles antes del combate.
Considero una tremenda
irresponsabilidad por parte de los políticos y de los medios de comunicación
hacer declaraciones poco tolerantes y fomentar la confrontación, unos por unos
ideales con un trasfondo económico (el
dinero siempre está ahí) y otros por crear una tensión que mantenga sus índices
de audiencia. Han faltado políticos que se dediquen a la negociación más que al
lanzamiento de proclamas y medios que hayan hecho un análisis serio y cercano
al pueblo en lugar de mostrar debates con palabras subidas de tono y soportadas
por débiles argumentos.
Mi opinión: España
pierde mucho sin Cataluña y Cataluña perdería mucho sin España. Hace tiempo que
se deberían haber sentado las partes a hablar de las razones del desencuentro
tras siglos de convivencia e intentar limar asperezas en lugar de lanzarse a
una decisión tan trascendente como la secesión o la imposición militar.
Lo más lamentable es
que la solución no se dará tras los resultados de las próximas elecciones.
Personalmente creo que una mayoría parlamentaria no es representativa de una mayoría del
pueblo catalán (se puede conseguir con menos de 50% de los votos). Lo que deben
de hacer es calmar los ánimos y comportarse como políticos que escuchan a la
ciudadanía y no quieran imponer sus preferencias personales.