domingo, 12 de octubre de 2014

Por qué Ana Mato debe dimitir

Ante la alarma que se ha producido por el contagio de una de las auxiliares de enfermería que atendió a unos de los enfermos de ébola españoles repatriado, muchas voces han reclamado la dimisión de la Ministra de Sanidad, Ana Mato. Me uno a esas voces. Solicito su dimisión.
Es una vergüenza reclamar lo que en muchos países con un bagaje democrático mucho mayor que el de nuestro país, es práctica habitual. Los políticos cuyas decisiones han resultado ser errores manifiestos asumen sus responsabilidades y dimiten, aunque sea por decencia política, algo de lo que parecen carecer los mandatarios de nuestro país. Por no hablar, de aquellos políticos salpicados por algún caso de corrupción en otros países, que dimiten ante la mirada reprobatoria de sus compañeros de partido, que rechazan inmediatamente su actitud y no esperan a ningún veredicto judicial.
Porque Ana Mato, en realidad no es que deba dimitir, es que ya debería haber dimitido. El caso Gürtel ha salpicado directamente a ahora exmarido, Jesús Sepúlveda. Ya en su momento, la única explicación que dio fue que cuando Jesús Sepúlveda recibió esos regalos ya estaban separados. Se mostró después que había algunos regalos, como viajes, que fueron anteriores y además ante la pregunta concreta de los viajes la actual Ministra de Sanidad contestó que “los viajes se los pagaban ella y su marido”. A pesar de tal cúmulo de incoherencias sigue en su cargo. El resto de miembros del Gobierno y su partido guardan silencio o incluso la apoyan. Sin embargo, como ciudadano no me cabe duda de su incapacidad para continuar como Ministra de Sanidad ya que a la luz de los hechos las conclusiones lógicas son claras: o miente, y por tanto, conocía estos pagos y es cómplice, o, si fueron realizados estos regalos-pagos sin su conocimiento, muestra una cándidez e ineptitud impropias de que alguien en quien se deposita la confianza para dirigir un ministerio de tal importancia.
A esto se une su pésima gestión en el caso del tratamiento del ébola en España. No sé si fue soberbia o ineptitud pero organismos como la OMS ofrecieron su asesoramiento cuando en agosto se repatrió el primero de los misioneros afectados por ébola, sin embargo, no se  utilizó esta información y se dijo que no era necesario. Ahora, se quiere limpiar la imagen con un cambio en el protocolo que llega tarde y vuelve a mostrar lo que es gestionar con improvisación. Si en su momento se hubiera establecido un protocolo para estas contingencias que hubiera estado acompañado de la dotación material y de personal adecuada, no habría necesidad de estos cambios y con bastante seguridad la situación actual sería diferente.
Pero nada esto se hizo y esta crisis sanitaria ha mostrado muchas cosas: que los recortes sí han afectado a la calidad de los servicios sanitarios, que se procura antes  el ocultar información y escurrir el bulto que ser transparentes, que nadie asume responsabilidades y se buscan cabezas de turco (vergonzoso el intento de culpabilizar sólo a la enfermera), que nadie dimite.
En un colofón absurdo se ha establecido un gabinete de crisis del ébola que no dirige la ministra de Sanidad. Si ha demostrado su incompetencia ¿por qué sigue en el cargo? No sé que es peor tener una persona mal capacitada en un puesto de gran responsabilidad o que los compañeros de partido respalden ciegamente a esta persona. La guinda en este caso la puso el secretario nacional de Sanidad y Asuntos Sociales del Partido Popular, José Ignacio Echániz que consideró este sábado que “no es el momento de pedir responsabilidades políticas”. Hay que tener muy poca vergüenza y mucho descaro al pedir responsabilidad a la oposición cuando en su propio partido nadie las asume y durante el periodo anterior, como oposición, montaban verdaderos escándalos y coreaban como niños de colegio en pleno parlamento  “dimisión, dimisión”. Si no se piden responsabilidades políticas ahora, ¿cuándo se podrán pedir?, y lo que es más delirante ¿cuándo algún miembro del Gobierno las asumirá?


domingo, 5 de octubre de 2014

Salvar diferencias

Las diferencias en este mundo son necesarias. Fundamental para la supervivencia de la vida en la Tierra es la biodiversidad. Diferentes formas de pensar permiten la variabilidad de ideas que ofrece un abanico mayor de posibilidades y respuestas a los problemas que se puedan plantear. En resumen, las diferencias permiten una diversidad que enriquece y favorece el futuro de la sociedad. Sin embargo, hay otro tipo de diferencias que nada tienen que ver con la diversidad y sí con abismos que ponen en peligro la convivencia y por tanto, el  porvenir de la mayoría.
Hay distinciones que acentúan el egoísmo del que busca su único provecho, la injusticia y la desigualdad social. El gobierno decidió congelar el sueldo de los funcionarios para contener el gasto público (ya que gran parte de él se ha de destinar para pagar una deuda provocada fundamentalmente por el mayor gasto en prestaciones para el desempleo, el pago del rescate bancario y los despropósitos contables en algunas Comunidades Autónomas). Cuando se acompaña esta decisión con la de aumentar el sueldo a los altos funcionarios del Estado se ahonda en una diferencias. Se apoya de manera explícita una de las consecuencias de la crisis económica: las grandes fortunas aumentan más y los ingresos de la mayoría disminuyen (en unos porcentajes mucho mayores que el reparto del pago de impuestos). Un gobierno que así actúa no está buscando el beneficio de la mayoría de los componentes de la sociedad.
Otra diferencia que está alterando la convivencia en nuestra nación es el referéndum propuesto por el President Mas en Catalunya. No entraré en valorar el derecho de un pueblo a manifestar su opinión pues no creo que en las actuales circunstancias sea este el verdadero detonante de la polémica. El señor Mas ante las dificultades económicas producto de la crisis económica quiso variar el sistema de financiación para evitar parte del pago solidario que Cataluña, como región que crea más riqueza, aporta al Estado. Por un lado esto puede parecer legítimo pero por otro sería lo mismo que si los países más ricos de la UE, alteraran los acuerdos europeos de financiación y hubieran mirado para otro lado cuando los bancos españoles se encontraron con falta de liquidez. Desde el Gobierno de España se hizo caso omiso a esta reclamación, ni siquiera se negoció. La respuesta del Sr. Mas fue radicalizar su discurso y apelar a los sentimientos nacionalistas de Cataluña ahondando en la diferencia en perjuicio de la convivencia, mientras el Gobierno se enrocó en su propio nacionalismo de “una Grande y Libre” y ha estado escudándose en la Constitución para no iniciar ningún contacto que permita acercar posiciones y minimizar diferencias.
Así nos encontramos en una situación que abre una brecha cada vez más grande y que crea un abismo que será progresivamente más difícil de superar. ¿Qué esperan el Sr.Rajoy y el Sr.Mas para sentarse a negociar una solución real? ¿De verdad uno piensa que se han de acatar las órdenes de Madrid como ciudadanos sumisos y otro piensa que los ciudadanos catalanes se han de alzar contra el poder central? ¿No se dan cuenta de que si no se liman asperezas se  van a exacerbar las diferencias y se va a desembocar en un conflicto que puede generar violencia? ¿No hemos aprendido esa dura lección que España tuvo que vivir en el siglo XX?
Una vez más, un gobierno, cualquiera que sea su condición, que no favorezca la convivencia de personas con diferente forma de pensar, cultura, condición económica, lengua, etc., es un mal gobierno.