Las diferencias en este
mundo son necesarias. Fundamental para la supervivencia de la vida en la Tierra
es la biodiversidad. Diferentes formas de pensar permiten la variabilidad de
ideas que ofrece un abanico mayor de posibilidades y respuestas a los problemas
que se puedan plantear. En resumen, las diferencias permiten una diversidad que
enriquece y favorece el futuro de la sociedad. Sin embargo, hay otro tipo de
diferencias que nada tienen que ver con la diversidad y sí con abismos que
ponen en peligro la convivencia y por tanto, el
porvenir de la mayoría.
Hay distinciones que acentúan
el egoísmo del que busca su único provecho, la injusticia y la desigualdad
social. El gobierno decidió congelar el sueldo de los funcionarios para
contener el gasto público (ya que gran parte de él se ha de destinar para pagar
una deuda provocada fundamentalmente por el mayor gasto en prestaciones para el
desempleo, el pago del rescate bancario y los despropósitos contables en
algunas Comunidades Autónomas). Cuando se acompaña esta decisión con la de
aumentar el sueldo a los altos funcionarios del Estado se ahonda en una
diferencias. Se apoya de manera explícita una de las consecuencias de la crisis
económica: las grandes fortunas aumentan más y los ingresos de la mayoría
disminuyen (en unos porcentajes mucho mayores que el reparto del pago de
impuestos). Un gobierno que así actúa no está buscando el beneficio de la
mayoría de los componentes de la sociedad.
Otra diferencia que
está alterando la convivencia en nuestra nación es el referéndum propuesto por
el President Mas en Catalunya. No entraré en valorar el derecho de un pueblo a
manifestar su opinión pues no creo que en las actuales circunstancias sea este
el verdadero detonante de la polémica. El señor Mas ante las dificultades económicas
producto de la crisis económica quiso variar el sistema de financiación para
evitar parte del pago solidario que Cataluña, como región que crea más riqueza,
aporta al Estado. Por un lado esto puede parecer legítimo pero por otro sería
lo mismo que si los países más ricos de la UE, alteraran los acuerdos europeos
de financiación y hubieran mirado para otro lado cuando los bancos españoles se
encontraron con falta de liquidez. Desde el Gobierno de España se hizo caso
omiso a esta reclamación, ni siquiera se negoció. La respuesta del Sr. Mas fue
radicalizar su discurso y apelar a los sentimientos nacionalistas de Cataluña
ahondando en la diferencia en perjuicio de la convivencia, mientras el Gobierno
se enrocó en su propio nacionalismo de “una Grande y Libre” y ha estado
escudándose en la Constitución para no iniciar ningún contacto que permita
acercar posiciones y minimizar diferencias.
Así nos encontramos en
una situación que abre una brecha cada vez más grande y que crea un abismo que
será progresivamente más difícil de superar. ¿Qué esperan el Sr.Rajoy y el
Sr.Mas para sentarse a negociar una solución real? ¿De verdad uno piensa que se
han de acatar las órdenes de Madrid como ciudadanos sumisos y otro piensa que
los ciudadanos catalanes se han de alzar contra el poder central? ¿No se dan
cuenta de que si no se liman asperezas se
van a exacerbar las diferencias y se va a desembocar en un conflicto que
puede generar violencia? ¿No hemos aprendido esa dura lección que España tuvo
que vivir en el siglo XX?
Una vez más, un
gobierno, cualquiera que sea su condición, que no favorezca la convivencia de
personas con diferente forma de pensar, cultura, condición económica, lengua,
etc., es un mal gobierno.
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