Se veía venir con el año nuevo:
promesas, promesas y más promesas. Aunque oficialmente haya campaña electoral
en Andalucía, desde principio de año se ha empezado el asalto al poder mayor,
que reside en el Gobierno estatal, de camino, las elecciones autonómicas. No se
puede entender de otra forma que ahora se quieran tomar medidas como la última,
para “ayudar a autónomos”, cuando se les
ha asfixiado con una exigente fiscalidad durante todo el mandato.
Lo más increíble es intentar
colar una medida como una mejora cuando es lo contrario. Me refiero a la nueva ley de enjuiciamiento criminal. Más allá del absurdo juego de palabras entre
imputado o investigado (como si tener a alguien bajo sospecha en un cargo
público fuera más tranquilizador), obligar por ley a terminar un proceso
judicial es tan absurdo como malintencionado. Está claro que deseamos una
justicia rápida pero también eficaz y como la propia palabra indica, justa. Tal
vez la dilatación en el tiempo de casos que afectan directamente al partido
gobernante, como el caso Gürtel o el caso Bárcenas, haya llevado a esta
pantomima que encima según el Gobierno deberíamos alabar. El problema no es el
largo tiempo sino la causa de esta dilatación. Los jueces necesitan, y así lo
han solicitado en varias ocasiones, personas especialistas en asuntos
económicos para intentar desenredar estas complicadas tramas para esquilmar las
arcas públicas. Sin embargo, no se ha hecho caso, al contrario se aprueba esta
ley al tiempo que se borran ordenadores, se ponen trabas desde Hacienda y se
presume de querer transparencia. Todo esto además, palabras textuales de la Vicepresidenta:
“responde a una demanda social muy clara”. No sé si tiene claro que la sociedad
demanda el fin de la corrupción y sobre todo que no se encubra a los corruptos
y esto se hace con mayor colaboración y menos temporalizaciones.
En definitiva, las palabras
abundan, los gestos hablan. Con esta avalancha de promesas que nos vienen
necesitamos un esfuerzo para que las palabras no tergiversen la realidad. Por ejemplo,
se repite hasta la saciedad que lo privado funciona mejor y con la continua
privatización o externalización de servicios en sanidad, no se observa una
mejora en el servicio, al contrario, hay un claro deterioro, todo con los
recortes como excusa y el negocio para unos pocos como resultado. Otro ejemplo,
el libre mercado permite competitividad y mejorar los precios, pensemos en el
sector energético, sobran más palabras.
Así pues, cuando día tras día veo
repetir promesas tan vagas como repetitivas, pienso que para ser político de
primera fila no es necesaria una sólida formación en derecho, ni en economía,
ni en idiomas, ni en negociaciones, sobre todo hay que tener poca vergüenza o
poca memoria.
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