En verano, muchos afortunados
podemos disfrutar de unas vacaciones en las que nos apetece relajarnos y
olvidarnos de las preocupaciones diarias. Sin embargo, la actualidad no
distingue los tiempos de evasión y nos está mostrando estos días dos casos de
cruel realidad: la guerra en Gaza y las consecuencias del conflicto en Ucrania.
La guerra es sin lugar a dudas
uno de los azotes de la humanidad. El origen animal del hombre no se puede
desvincular de la naturaleza humana y la codicia y el sentimiento de
territorialidad se unen al instinto de supervivencia para crear conflictos
donde la sinrazón domina al hombre y aparece la brutalidad animal, tal vez
sublimada hasta cotas insospechadas. El ser humano ha sido capaz de someter a
la naturaleza y saber adaptarse al medio, ha aprendido las ventajas de vivir en
sociedad y conforme madura intuye la inutilidad de la violencia. Sin embargo,
tal vez como sociedad no hemos madurado lo suficiente o tal vez todavía la
fuerza impide esta madurez imponiendo métodos crueles e injustos.
La muerte de cientos de
palestinos en las últimas semanas, muchos de ellos civiles y niños, muestra la
atroz injusticia de la guerra y la crueldad de algunas decisiones. Quizá no sea
capaz de entender el ojo por ojo tan
enraizado en la cultura de oriente medio pero tengo la sensación de que se ha
iniciado una espiral de violencia cuyo fin solo parece ser el exterminio.
Netanyahu siempre ha vendido el discurso del miedo, ha sido implacable con el
terrorismo palestino pero este ataque de fuerzas tan desequilibradas se parece
cada vez más a una misión de destrucción sin sentido que solo lleva a la
eliminación del otro, sin otra razón.
El otro conflicto es más
reciente, tiene lugar en nuestro mismo continente pero, si bien las supuestas
razones de su inicio son diferentes, las consecuencias son las mismas: muertes
de inocentes. Una guerra iniciada por dominar un territorio, respaldada de
manera sibilina por Rusia, ha mostrado su cara más cruel en un hecho tan absurdo
como gratuito, el derribo de un avión de pasajeros, ajenos a todo este conflicto.
No valen excusas, es más, resulta hiriente que se quiera justificar aludiendo a
la obligación del otro bando de prohibir el paso de aviones en zona de
conflicto ¿no es mucho más censurable que se dispare con tanta facilidad un
misil contra un avión sin mínima comprobación de quien estaba dentro? Es difícilmente
comprensible que se hayan llegados a múltiples acuerdos con un dirigente con
tan poca ética democrática (incomprensible desde el punto de vista moral, muy
evidente desde la codicia irracional del mercado económico mundial). En la
anexión de Crimea asistí con verdadero pavor a la entrada de tanques rusos para
defender a los ciudadanos de habla rusa que vivían en la región, era tan
evidente el paralelismo con la entrada en los Sudetes de las tropas Nazis que
me entristeció lo poco que aprende la humanidad de las crueles guerras. Putin
dirige un país con un discurso de unidad nacional, orgullo patriótico tan
anticuado como irracional, el discurso de la esperanza que le lleva a liderar
un país donde se ha pasado del comunismo al más injusto capitalismo, donde
algunos viven en un nivel de riqueza casi obsceno mientras que otros subsisten
en la miseria, eso sí, las maneras autoritarias parecen mantenerse aunque se
camuflen en una democracia.
Ante estos conflictos, ¿qué
respuesta dan el resto de naciones? Se supone que la acción internacional mejor
coordinada en estos casos la ejecuta la ONU. El Consejo de Seguridad decide
sanciones económicas. La experiencia nos ha enseñado la inutilidad de esas
decisiones. Además es vergonzoso que este organismo esté dominado por seis países
con derecho a veto: Rusia, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y China. Es
lamentable e insultante que estos mismos países sean los mayores productores de
armas, que son a fin de cuentas las herramientas que causan los daños cuando se
toman decisiones no acertadas, que no se controle el tráfico de armas y se
permita que cualquier caudillo con dinero disponga de ellas. No nos olvidemos
de otros hechos crueles, todos se lamentarán, pero ¿qué solución propone este
Consejo de Seguridad viciado a la aparición de elementos destructivos como Boko
Haram o ISIS? Me temo lo peor, la solución es su negocio. Ante la amenaza,
exacerbar el miedo, así todos aceptarán que se compren más armas para
defenderse aumentado sus ventas y el mal que se haga. La educación, la
resolución negociada de los conflictos, el aislamiento de los elementos nocivos
a la vida en común por encima de los intereses económicos y de la codicia de
algunos, no parecen tener preponderancia en estos momentos. Tengamos esto en
cuenta cuando elijamos a nuestros representantes, cuando al menos de momento,
podamos protestar.
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