domingo, 7 de septiembre de 2014

Hoy por ti, mañana por mí

En septiembre comienza el curso tanto educativo como político y serían muchos los asuntos a comentar, pero hoy me voy a limitar a contar un suceso que ayer me devolvió la confianza en el ser humano tras los ejemplos desalentadores de codicia, falsedad, crueldad y fanatismo que abundan hoy en día.

El hecho es simple. Ayer quedé con un amigo para comer en Villena, localidad que  está en fiestas. Eso motivó que el lugar de encuentro se situase en las afueras, cerca de la entrada sur, en una zona de naves industriales. Allí seguiría al coche de mi amigo a un aparcamiento por las calles que no estuvieran cortadas. Tras un breve saludo montamos en nuestros respectivos coches pero el suyo no arrancaba. Bajamos, los intentamos tanto él como yo pero el resultado siguió siendo negativo. Finalmente levantamos el capó en un gesto más imitativo que útil dada nuestra total ignorancia en el tema de la mecánica del automóvil. En ese momento aparcó un coche al lado. Su ocupante era un magrebí que vivía en una de las escasas viviendas de la zona. Se interesó por nuestro problema y ofreció sus pinzas para cargar la batería, no fuera a ser esa la causa. Dada nuestra inutilidad antes comentada, este señor conectó la batería a su coche y cargó la batería durante unos minutos. El coche consiguió arrancar pero enseguida se paró. El señor en un gesto de generosidad se ofreció a llevarse la batería a su lugar de trabajo y cargarla, por la tarde la podríamos recoger y ver si funcionaba. Así lo hicimos.

Por la tarde, acompañamos a este señor que trabajaba en el servicio de recogida de residuos de la localidad y colocamos de nuevo la batería. Desgraciadamente no arrancó. En ese momento, un señor joven salía de su casa con su mujer y sus dos pequeños hijos. Saludó a su vecino y también se acercó a ayudar, había que reprogramar el coche para que funcionase la batería y nos ayudó a ello. Por fin, el coche arrancó, dio una vuelta y parecía funcionar. Mientras, la familia del vecino esperaba en el coche pero eso no  hizo que éste mirase a otro lado, fue solidario y nos prestó su ayuda. El señor magrebí se ofreció a acompañarnos con su vehículo con las pinzas por si se volvía a descargar pero como  su familia también le esperaba para ir a las fiestas declinamos aceptar su generosa ayuda en este caso. No sabiendo como corresponder a ayuda tan desinteresada mi amigo quiso darle una propina que el hombre rechazó tal vez con cierta indignación. “Gracias, no hace falta, hay que ayudarse, hoy por ti, mañana por mí”. Finalmente pudimos marchar, aunque tal y como vaticinó nuestro solícito ayudante, cuyo nombre lamentablemente no logro recordar, el coche se paró. Sí, tal vez hubiéramos acabado antes llamando a la grúa pero un día de fiesta con todos los talleres cerrados este señor y su vecino eran conscientes de la situación y no dudaron en ayudar. Quizás no parezca un hecho extraordinario, pero yo que soy de naturaleza desconfiada seguramente no habría actuado con esa generosidad. Reconozcamos que esa solidaridad suele escasear en nuestras calles, más cuando se trata de ayudar a personas de otras etnias. Tenemos tendencia a generalizar y crear tópicos injustos, a rechazar al diferente y a culparle en los momentos de necesidad. Por otra parte, esa ayuda entre vecinos me recordaba más a los relatos de la infancia de mis padres que a la convivencia en esas enormes colmenas llamadas urbanizaciones. En definitiva, ese gesto de simple humanidad, desgraciadamente no es tan habitual como debería serlo y por eso he querido reflejarlo con mi mayor agradecimiento y como mínimo homenaje a estos héroes anónimos.


2 comentarios:

  1. Yo siempre voy con la escopeta cargada porque no me fio ni de mi sombra, tu relato no hace mas que demostrar que el miedo hacia la cultura diferente solo va en una direccion, de la nuestra a las otras y no al reves.

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    1. Es el gran problema de generalizar y colocar etiquetas. El ser o no buena persona no depende ni de la raza, ni de la religión ni del idioma en el que hables. Es difícil substraerse de los prejuicios sociales. Dicho sea de paso que trabajando donde trabajas toda precaución no está de más.

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