lunes, 3 de noviembre de 2014

Indignación verdadera

El 15 de mayo de 2011 miles de ciudadanos salieron a las calles para protestar contra la gestión que los gobernantes hacían de la crisis económica. El problema del paro se acrecentó con el cambio de Gobierno acompañado de duros recortes en los servicios públicos y con la aparición de casos de corrupción política como el caso Gürtel, caso Bárcenas y los ERE de Andalucía. En todos esos casos la reacción de los políticos era la misma, respaldo a los implicados y negación de relación sólo cuando prácticamente iban camino de la cárcel. Lejos de tomar medidas decisivas para atajar el problema parece que los implicados son cada vez más, algunos muy cercanos a miembros importantes del PP, como el último caso, muy llamativo, un caso de corrupción por contratos bajo sospecha con una empresa (para que el caso sea más sangrante, una empresa de ahorro energético) con multitud de ayuntamientos de Madrid y que como uno de los cabecillas parece tener al Sr.Granados, uno de los principales apoyos de Esperanza Aguirre en el gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid.
La gente se pregunta por qué no se controla más esta aparente connivencia de muchos gobiernos con empresarios que buscan su provecho y lo consiguen untando a otros sinvergüenzas que también lo hacen desde un cargo público. A los ciudadanos sólo nos queda el recurso de la protesta (en la forma restrictiva que quiere permitir el gobierno con su reciente nueva ley de seguridad ciudadana) y en las urnas que es nuestro auténtico poder en una democracia.
Aunque se encuentren casos totalmente reprobables, los políticos son necesarios y no es correcto ni justo meter a todos en el mismo saco. De la misma manera, tampoco es justo que a los empresarios, fundamentales en la economía como creadores de empleo, se les culpe. Sin embargo, ambos colectivos han de hacer más que simples gestos y obrar con verdadera determinación ante estos casos. No se puede como políticos negar implicaciones con compañeros a los que luego repudian con total desvergüenza como si el pasado común no existiese. No deben tampoco los empresarios apoyar a aquellos que no respetan las normas y se quieren enriquecer por medios ilícitos. ¿Qué imagen dan los empresarios cuando el anterior presidente de la organización más importante, la CEOE, acabó en prisión? ¿Qué imagen vuelven a dar cuando el presidente de esta organización en Madrid ha estado implicado en el caso de las tarjetas B y sigue en su puesto? ¿Defienden de verdad el modelo de amiguismo tan dado en dictaduras y que son germen infalible de corrupción? Dicen que es la cultura española pero eso reconocer que seremos tan incultos como la mayoría de la población hace un siglo. Se debe evolucionar, ya está bien de lograr prebendas a base de amiguismos y connivencias ilícitas. Como ciudadanos demandamos no sólo políticos honrados sino empresarios íntegros que se muevan por la simple ambición sin proyección de futuro. Si no es así, que no cuenten con la implicación de una mayoría a la que me adhiero.

No observo en el Gobierno ningún gesto para mejorar este aspecto fundamental, es más, sigue con gestos electoralistas que suponen un insulto a la inteligencia. La última, el intento de apropiación de la palabra que más suena en las protestas, la indignación. En menos de cuatro días, el Sr. Pons, la Sra. Cospedal y el Sr. Rajoy han pronunciado la misma palabra al hablar de los últimos casos de corrupción: indignación. Que los causantes de gran parte de ésta, se muestren ahora como indignados, no sólo me causa y estupor sino también repugnancia. ¿Se puede ser más miserable?

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