Con bastante probabilidad, cuando
se pregunta a la gente sobre las cualidades que ha de tener un presidente,
entre las respuestas seguro que estarán
capacidad de liderazgo, resolución, sacrificio por la mayoría, honestidad,
inteligencia, empatía, responsabilidad. Si comparásemos esa imagen ideal con presidentes
autonómicos, alcaldes y el propio Presidente del Gobierno, nos daríamos cuenta
inmediatamente de cuán lejos estamos de esa idoneidad. Sin embargo, los más
doloroso es que durante la cansina campaña electoral, los candidatos ni si
quiera se molestan en transmitir esas cualidades ideales. En ese circo que es
que la campaña, se trata principalmente de parecer simpático y criticar al
rival. En el camino, promesas que en muchos casos son exageradas y en otros tan
poco concretas que cualquiera podría hacerlas.
Las cualidades que transmiten: poco o ningún sentido
del ridículo, una capacidad infinita de mantener el tipo ante las críticas e
incluso sonreír a la adversidad, describir un futuro idílico sin tener en
cuenta en modo alguno los hechos del pasado. Así pues, no tienen problema en utilizar
la campaña para montar en bici cual estudiantes en vacaciones veraniegas en el
pueblo, sacar el perro a pasear (aunque sea esos días, para el resto “las
grandes ocupaciones” lo impiden), firmar fotos como estrellas de Hollywood, decretar
ayudas negadas durante todo el mandato, etc. ¿Es tan limitada nuestra memoria
que quince días de pan y circo van a decidir nuestro voto frente a cuatro años
en los que las propuestas se han convertido en realidades opuestas o en muchos casos
promesas llevadas por el viento? Es posible que sí, tan limitada la memoria
como ilimitada la estupidez humana.
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