Como profesor, estoy acostumbrado a encontrarme hacia el
final del curso con la siguiente situación. Muchos alumnos que durante el curso
apenas han trabajado y no se han preocupado por sus resultados suplican ahora
por un aprobado. Las primeras veces tienes la sensación de que están bromeando
pero luego observas que verdaderamente creen que estos ruegos van a ser
atendidos y que después de un año sin hacer nada les va a aparecer un aprobado
milagrosamente. Tan increíble actitud podría justificarse por la posibilidad de
que semejante táctica les haya funcionado en el ámbito del hogar ante sus
padres, pero como profesor no puedo
desdeñar el alto poder didáctico de los ejemplos.
Si el ejemplo lo dan
los políticos, que al ser elegidos representan a los ciudadanos, esta actitud
de los jóvenes estudiantes no parece tan descabellada. Han podido observar
durante esta campaña electoral como muchos gobernantes que vuelven a
presentarse a las elecciones o representantes del mismo partido que lo hacen
por primera vez, prometen un futuro idílico si los eliges, obviando totalmente
la realidad que han legado tras sus cuatro años de gobierno. Algunos hacen una
interesada referencia a algunos detalles mientras ignoran por completo otros
aspectos, otros tantos se limitan a hacer una lectura totalmente partidista de
la existencia aunque la situación generalizada no se vea en absoluto reflejada en
ella. Así pues, con estos ejemplos de comportamiento, no debería extrañarme de
ninguna manera ante las demandas absurdas de los alumnos ¿acaso no lo son más
las de los políticos por nuestro voto?
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