Muchas palabras, pocas acciones.
Siento estupor al contemplar en los noticiarios los cruces
de palabras entre PP y PSOE en relación con sus sueldos. Es vano el debate
sobre quién cobra más cuando la mayoría de los españoles pensamos que todos
cobran demasiado a la vista de disputas tan áridas. Ese debate no resuelve el
problema de la falta de transparencia y la corrupción.
La transparencia no se limita a publicar las declaraciones
de renta. Si algún corrupto se enriquece con dinero público, obviamente no lo
va a declarar, ni siquiera saldrá en su declaración de patrimonio. Lo tendrá en
una cuenta opaca en cualquier paraíso fiscal. Se debe considerar por un lado cómo controlar
ese flujo subterráneo de dinero y por otro revisar la legislación para evitar
tratos de favor a empresas afines a los gobernantes.
El ciudadano observa cómo
el gobernante establece estrechos lazos con algunos empresarios . En la gran
mayoría casos, todos los contratos recibidos por dichas empresas cumplen
totalmente con la legalidad vigente. En concursos públicos ganan sus ofertas de
acuerdo con los criterios establecidos. Otra cuestión más dudosa es si la
elección de estos criterios condiciona la posterior resolución o si finalmente
hay una modificación “imprevista” de las condiciones y que puede llegar a
duplicar las aportaciones a la empresa estipuladas en ese concurso. Todo
perfectamente legal, pero ¿es ético y moral?
Aquí es donde me surge el estupor, la vergüenza y la
decepción que me producen nuestros políticos. Ante cualquier acusación, se
remiten a la ley, sin más explicación. Ante una acusación formal descargan la
responsabilidad en la justicia (que no es exactamente la ordinaria de cualquier
ciudadano ya que se establece la figura de aforado). Nunca se aplica el famoso
dicho de “la mujer de César no sólo debe ser honrada, además debe parecerlo”. Aunque numerosos
indicios muestren actitudes sospechosas, aquí nadie dimite. Es más,
lamentablemente muchos de estos personajes vuelven a participar en elecciones
de las que salen victoriosos y por ese plebiscito que no se ajusta a su mero
caso, se arrogan una respetabilidad añadida. Está pues en las manos de los
votantes el impedir el apoyo en estos casos, pero sobre todo está en manos de
los dirigentes de los partidos el impedir el acceso al poder o a cargos de
relevancia a todos estos detestables personajes, ya que su inacción, se puede
confundir con colaboración o lo que es peor ineptitud. Ahondando más en este
tipo de situaciones, no solo la inacción sino el apoyo expreso, en muchos casos, lleva a una responsabilidad
directa, a una conexión entre el futuro de esa persona y la del dirigente que
ha apoyado. Pero en este país, nadie admite esta responsabilidad. Nuestro señor
presidente puede referirse en sus entrevistas (en el extranjero para variar,
este señor que se llena de patriotismo, es incapaz de dar explicaciones en su
país y son ya múltiples las ocasiones en que se dedica a emitir comunicados
fuera de su estado) a la corrupción como un mal común en todas las naciones.
Cierto, no es ningún descubrimiento. Lo que todavía espero es una comparación
de casos y, sobre todo, de reacciones ante la corrupción. Cómo, a diferencia de
lo que ocurre aquí, los afectados no esperan a la resolución de un juicio para
dimitir, cómo sus partidos los apartan en lugar de mantenerlos, cómo se asumen
las responsabilidades que debe tener un político que ha de mostrar una imagen
pública incuestionable y una ética.
Esta semana ha sido una noticia bomba la dimisión del Papa
(el primero de la historia que dimite). Ha tenido un gran eco internacional al
igual que lo tendrá el día que algún político de este país asuma sus
responsabilidades y ante cualquier sospecha fundada, documentada, ampliamente
difundida o cualquier imputación, sin esperar a juicios, simplemente haga lo
que tiene que hacer: dimitir.
Empiezo a creer a las personas que consideran nuestra democracia como reciente, aún diría más, púber. No sé si sólo el problema reside en ello, o si tal vez nuestro adn picaresco se ve reflejado en ello; sólo sé que siento envidia de otros países, de otras democracias...
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