sábado, 1 de marzo de 2014

Cambiar de tema

Reconozco que cuando una conversación no me interesa o toma unos derroteros poco recomendables para mí, cambio de tema. Suelo hacerlo con sutilidad, para que no se note mucho, enlazo la conversación con otro hecho que la desvía del camino que me incomodaba o intento introducir un tema que sea lo suficientemente atractivo para ir olvidando el que no era de mi interés. No creo que sea el único aunque sí que me llama la atención que el Sr.Presidente lo haya hecho con tan manifiestamente y con tanta complicidad periodística como se ha podido presenciar en el Debate sobre el Estado de la Nación.
Este debate se supone que es el más importante del curso político ya que en él se deben discutir los resultados de las medidas tomadas por el Gobierno durante el año. Es tal vez lo más parecido a un examen a la gestión del Gobierno. Se deben analizar pues los beneficios de esas medidas en la vida de los ciudadanos o la forma en que se han afrontado las dificultades. Esta suposición es muy optimista porque año tras año se observa cómo el gobierno de turno se dedica a la autopropaganda y las réplicas están preparadas de antemano cualquiera que haya sido lo expuesto anteriormente. Este año incluso para evitar que esas réplicas surgiesen ante lo peligroso que pudiera ser que por una vez se discutiese realmente cuál es la situación de la ciudadanía tras las medidas adoptadas, el Sr. Presidente lanzó un medida destinada a acabar con el mayor de los problemas, el desempleo. Una medida más que el Gobierno tuvo todo el tiempo del mundo en decidir y que se presentó en el debate sobre el estado, en general, de la nación.
Ante la mala costumbre que tenemos de inferir de lo anecdótico lo genérico, se quiso presentar una medida, cuyos beneficios están mucho más restringidos de lo que parece tras un análisis más profundo, como un ejemplo de la “magnífica” política del Gobierno a la hora de atajar ese problema, que en realidad no ha hecho sino aumentar tras la reforma laboral tan elogiada por sus autores. Muchos periodistas entraron al trapo y no únicamente los adeptos al régimen, ya que esta medida puntual fue remarcada en sus titulares.
Seguimos pues teniendo el problema de generalizar demasiado, de hablar y enredarnos en argumentos que pueden diferir mucho de la realidad y todo esto se enquista en la sociedad con una fuerza que su conversión en costumbre dificulta mucho su erradicación. Así es común hablar de funcionarios ociosos (a ver cómo iba a funcionar la Sanidad, Justicia, Hacienda, Educación y tantos otros servicios básicos, si esto fuera en verdad general) o de empresarios explotadores (a ver cómo iba a haber una mínima estabilidad social si todos fueran así). El discurrir del tiempo de nuestra vida con todas sus situaciones y problemas hace pesado y muy complicado frenar la imparable inercia de los tópicos. Sin embargo, ¿hemos de asumir la inutilidad de la denuncia ante lo que no corresponde a la realidad? ¿Hemos de conformarnos con tener políticos que en cada discurso se encargan de defender su puesto, su imagen ante los futuros votantes más  allá de los que puedan creer, más allá de su bien y la realidad? Sí, tal vez, en estos momentos esté pecando del mismo error que acabo de denunciar, de generalizar lo anecdótico, pero cuando un hecho se repite año tras año deja de ser casual y se convierte en regla común y esto creo que me autoriza a denunciar que se utilice de una vez el Debate sobre el Estado de la Nación para discutir la realidad del día a día de los ciudadanos y tomar medidas para mejorarla y no para ganar votos o puntos en las encuestas mientras se benefician unos pocos.


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