Reconozco que cuando una
conversación no me interesa o toma unos derroteros poco recomendables para mí,
cambio de tema. Suelo hacerlo con sutilidad, para que no se note mucho, enlazo
la conversación con otro hecho que la desvía del camino que me incomodaba o
intento introducir un tema que sea lo suficientemente atractivo para ir
olvidando el que no era de mi interés. No creo que sea el único aunque sí que
me llama la atención que el Sr.Presidente lo haya hecho con tan
manifiestamente y con tanta complicidad periodística como se ha podido
presenciar en el Debate sobre el Estado de la Nación.
Este debate se supone que es el
más importante del curso político ya que en él se deben discutir los resultados
de las medidas tomadas por el Gobierno durante el año. Es tal vez lo más
parecido a un examen a la gestión del Gobierno. Se deben analizar pues los
beneficios de esas medidas en la vida de los ciudadanos o la forma en que se
han afrontado las dificultades. Esta suposición es muy optimista porque año tras
año se observa cómo el gobierno de turno se dedica a la autopropaganda y las
réplicas están preparadas de antemano cualquiera que haya sido lo expuesto
anteriormente. Este año incluso para evitar que esas réplicas surgiesen ante lo
peligroso que pudiera ser que por una vez se discutiese realmente cuál es la
situación de la ciudadanía tras las medidas adoptadas, el Sr. Presidente lanzó
un medida destinada a acabar con el mayor de los problemas, el desempleo. Una
medida más que el Gobierno tuvo todo el tiempo del mundo en decidir y que se
presentó en el debate sobre el estado, en general, de la nación.
Ante la mala costumbre que
tenemos de inferir de lo anecdótico lo genérico, se quiso presentar una medida,
cuyos beneficios están mucho más restringidos de lo que parece tras un análisis
más profundo, como un ejemplo de la “magnífica” política del Gobierno a la hora
de atajar ese problema, que en realidad no ha hecho sino aumentar tras la
reforma laboral tan elogiada por sus autores. Muchos periodistas entraron al
trapo y no únicamente los adeptos al régimen, ya que esta medida puntual fue
remarcada en sus titulares.
Seguimos pues teniendo el
problema de generalizar demasiado, de hablar y enredarnos en argumentos que
pueden diferir mucho de la realidad y todo esto se enquista en la sociedad con
una fuerza que su conversión en costumbre dificulta mucho su erradicación. Así
es común hablar de funcionarios ociosos (a ver cómo iba a funcionar la Sanidad, Justicia, Hacienda, Educación y tantos otros servicios básicos, si esto fuera
en verdad general) o de empresarios explotadores (a ver cómo iba a haber una
mínima estabilidad social si todos fueran así). El discurrir del tiempo de
nuestra vida con todas sus situaciones y problemas hace pesado y muy complicado
frenar la imparable inercia de los tópicos. Sin embargo, ¿hemos de asumir la
inutilidad de la denuncia ante lo que no corresponde a la realidad? ¿Hemos de
conformarnos con tener políticos que en cada discurso se encargan de defender
su puesto, su imagen ante los futuros votantes más allá de los que puedan creer, más allá de su
bien y la realidad? Sí, tal vez, en estos momentos esté pecando del mismo error
que acabo de denunciar, de generalizar lo anecdótico, pero cuando un hecho se
repite año tras año deja de ser casual y se convierte en regla común y esto
creo que me autoriza a denunciar que se utilice de una vez el Debate
sobre el Estado de la Nación para discutir la realidad del día a día de los
ciudadanos y tomar medidas para mejorarla y no para ganar votos o puntos en las
encuestas mientras se benefician unos pocos.
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